Artistas dominicanos manifiestan la liberación en el Centro León: Reseña
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Si esta exposición tuviera título, seguramente incluiría la palabra liberación. El Concurso de Arte León Jimenes es una convocatoria anual que comisiona a 20 artistas a crear obras nuevas para una exposición en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. De los artistas incluídos en esta edición, algunos viven en la isla y otros son de la diáspora, y cada uno propone un proyecto relacionado a la realidad actual de la nación. Este año, los artistas adelantan una visión que provoca urgencia, reformula narrativas oficiales, y que poéticamente fomenta una reflexión crítica, mientras enfrentamos colectivamente una gran incertidumbre. Es una presentación valiente de obras diversas en un contexto de una sociedad conservadora, donde las reglas sociales a veces son fijas y confinantes, reflejando siglos de trauma colonial.
Muchos de los artistas reflejan sobre cómo se forma la memoria pública, cómo los archivos han formado la historia y cómo la información se manipula o omite a favor de los sistemas actuales de poder. Mezclando periodismo, encuesta pública, investigación de archivos y participación, el proyecto de Lizania Cruz, ¡Se buscan testigos! (2020) es una de las primeras obras que se encuentra al entrar a la sala de exposición. Para este proyecto, Cruz recopila opiniones del público sobre cómo se ha construido el imaginario racial dominicano, recolectando información para contribuir a un archivo público. Después de instalar publicidad en la carretera y en los clasificados de periódico, Cruz recibió mensajes por Whatsapp de desconocidos respondiendo a sus preguntas, que varían de «¿Volvería usted a vivir en una isla sin frontera?» a «¿Qué sabe usted sobre las personas esclavizadas en la República Dominicana?». Las respuestas recopiladas son, más que nada, bastante conservadoras, con miembros del público enfatizando distinciones falsas entre los dominicanos y haitianos, o negando la identidad negra como parte del imaginario racial dominicano. Algunas respuestas se destacan, como una en kreyol haitiano, acusando a la artista de estar involucrada con un ONG promocionando propaganda, y en otro mensaje de voz, regañandola por no respetar las reglas de nadie, “como todos los haitianos”. El archivo de Cruz expone un sistema de creencias prejuiciosas y revela cómo la identidad popular dominicana se ha construido en oposición directa contra Haití y la identidad negra. ¡Se buscan testigos! estimula un replanteamiento de las “verdades” dominantes históricas porque plantea nuevas preguntas al público directamente, fomentando discusión e incluyendo al público en procesos necesarios de archivos.
Los monumentos suelen funcionar como extensiones de archivos públicos, y son piezas claves de un repertorio visual de símbolos que pueden representar la libertad, el estado y otras bases de la supuesta “democracia”. El Encubrimiento de la estatua de Cristóbal Colón en el Parque Colón, Santo Domingo, RD de Joiri Minaya es una propuesta en donde el monumento público alterado representa una narrativa hegemónica que se tiene que deshacer. Con su propuesta de cubrir a la estátua de Cacique Anacaona exaltando a Cristóbal Colón––usando una tela colorida que contiene ilustraciones de plantas indígenas de resistencia––la obra de Minaya se niega a venerar la autoridad patriarcal colonial, en cambio exponiendo sus historias brutales de extracción y violencia. Al lado de unas postales mostrando imágenes de la obra propuesta elaboradas en Photoshop, El Centro León ha mostrado cartas oficiales entre el centro de arte y el ayuntamiento de Santo Domingo, peticionando el permiso para realizar la obra como intervención en un contexto público, como Minaya originalmente concibió. Nunca recibieron una respuesta, y entonces *se colocó una réplica de la escultura en el espacio de la exposición. Después de que abrió la exposición, Minaya independientemente cubrió la estátua actual en Santo Domingo con textiles que tenía de sobra. Esta acción incitó cientos de comentarios en el Instagram de Minaya, algunos dándole gracias por una intervención valiente, estimulando nuevo pensamiento crítico en un momento urgente, y otros acusándola de vandalismo y de violar la Ley 318, que se trata del patrimonio cultural nacional. Vale la pena notar como las evocaciones al nacionalismo se usan como justificación conveniente para la censura artística.
Otras dos obras en la exposición se complementan en su disimilitud. Monte Grande/Paramnesia (2020) de José Morbán cuestiona las narrativas históricas dominantes sobre el Batallón Africano––un grupo de negros ex esclavizados que luchó por la independencia a principios del siglo XVIII, y examina su omisión intencional de la memoria histórica. Ensayo (2020) de Ernesto Rivera, cuestiona el concepto del archivo en sí mismo y sus prejuicios. En los dos proyectos, el público encuentra constelaciones de información y contacto: las perforaciones en la pared de Rivera representan fragmentos de momentos pasados (que invitan la participación pública), y las obras en papel delicadas de Morbán presentan información histórica recompuesta por el artista. Los dos proyectos usan la abstracción para destacar lo efímero del intercambio y de la memoria, y señalan hacia lo oculto.
La abstracción no es el lenguaje más visible de la exposición, pero su sutileza es profunda. Esto se nota especialmente en la obra All inclusive [Todo incluido] (2020) de Charlie Quezada, donde esculturas minimalistas se refieren al desperdicio y la precariedad de proyectos turísticos que plagan a la República Dominicana y otros estados caribeños. A veces financiados en exceso al principio (por entidades como el IMF y el Banco Mundial) y después abandonados, muchos proyectos turísticos con dueños extranjeros––hoteles, casinos, discotecas, restaurantes, etc.––permanecen como estructuras de decaimiento material en la isla. En la instalación, boyas de plástico que usualmente separan líneas en una piscina están colgadas del techo al piso. Un toldo roto de plástico se cae, parcialmente cubriendo un cuadro con sombra. Una valla de tela metálica imita a las corrientes y olas del mar. La obra cuestiona los orígenes de estos materiales, y cómo llegan donde llegan, como restos físicos de sueños vacíos y descarriados.
Hoy mi cuerpo desapareció (2020) de Melissa Llamo es una instalación que imita la sensación de estar dentro de un concho––modo popular de transporte en la R.D. La obra es llamativa porque incluye video de la experiencia dentro del carro, donde vemos a desconocidos entrando y saliendo del vehículo, usando mascarillas, escuchando música con audífonos, viajando diariamente al trabajo en las proximidades, pero de alguna manera todavía aislados el uno del otro. El video se puede ver desde adentro del vehículo mirando hacia fuera, y la instalación incluye a dos puertas paradas de un carro, que enmarcan las escenas filmadas. Es una reflexión sobre el espacio, la interioridad, la proximidad, la intimidad, y como el ser de uno se percibe y se afecta en estos contextos. En una pared cercana, unas impresiones gráficas azules monocromas de figuras humanas se sientan y reposan en varias posiciones, cómo fantasmas efímeros flotando en el espacio. La instalación de Llamo refleja lo que muchos de los artistas de la exposición parecen delinear: una ideología del ser expansivo––más allá de las barreras confinantes físicas y mentales que imponemos en nosotros mismos y en los demás. Lo efímero y la empatía son características correspondientes.
Algunas de las obras sobresalientes de la exposición son las que abordan esta interioridad, como la instalación de Andrea Ottenwalder, Yo sé que lo que quieres es ser como tú eres (2020). Consiste en una serie de collages textiles colgados del techo, que requieren movimiento del espectador entre ellas de adelante hacia atrás, se leen como textos sagrados o toallas puestas al sol para secar. Los collages también se parecen a mi pantalla: esferas brillantes de notificaciones y actualizaciones, muchas pestañas y ventanas, iconos desordenados en el escritorio. Comparten las imágenes de la vida de una persona, presentadas desde la infancia a la edad adulta, minando todas las costumbres sociales e ideologías que le han marcado en ese viaje. Símbolos visuales de la sexualidad, el parto, la muerte, el pecado, el deseo y el amor se mezclan con elementos extraños inesperados que marcan los tonos rosados con inquietud.
Mirar adentro (2020), una instalación audiovisual de Mc.kornin Salcedo, se ubica dentro del contexto de un espacio de jardín interior que recibe mucha luz natural, y las formas de la instalación se parecen orgánicas y ajenas al mismo tiempo, como las líneas suaves y sensuales de un cyborg o un producto de Apple. Es un jardín psicológico, porque la instalación intenta mapear los problemas comunes psicológicos que atormentan a la mente humana: el estrés, la ansiedad, la depresión y el pánico, mientras el público usa cascos audiovisuales. Alternadamente, la instalación produce sensaciones audiovisuales, intentando abordar la aflicción diagnosticada. Es dentro de este espacio de jardín cargado con energía natural que los humanos llevamos puesta tecnología que imita procesos naturales curativos: la introspección, la conciencia del sonido, la luz, etc. Parece una referencia contemporánea a las Máscaras sensoriales de Lygia Clark de 1967, curativa pero a la misma vez amenazante.
Puentes (2020), una instalación inmersiva de El Editor Cuir y Johan Mijail, incluye cortinas de video de gente besándose, durmiendo, reposando y platicando, además de fotos familiares de la infancia. Hay momentos de vestimenta y maquillaje que no se conforman con el género, y otros momentos de intimidad y cariño. Entre las dos cortinas transparentes hay dos espejos redondos colgados, que invitan a la participación pública. Mirar tu reflejo en esta instalación es como mirar hacia atrás en un túnel de reflejos, repitiéndose infinitamente. Hay una corriente formal entre la sensación visual de expansión y la interconexión entre tu propia imagen reflejada y las imágenes proyectadas en las cortinas que te rodean. En esta obra, una subjetividad cuir se posiciona como parte de una identidad o experiencia común, reconociendo que siempre ha estado presente y que continuará expandiéndose hacia varios futuros posibles.
La última obra de la exposición con que me topé fue La puerta (2020) de Awelmy Sosa. Fuera del edificio, bajo un sol abrasador, encontré una puerta enorme, más del doble del tamaño de un ser humano. Sabía que la obra iba a ser parte de un performance (desafortunadamente no la pude ver en persona) en donde la artista minuciosamente usa una cuerda de llaves para abrir 44 cerrojos correspondientes de la puerta, resultando finalmente en la puerta caída con la fuerza de un martillo. La puerta en sí no tiene una perilla, y la tarea parece imposible, pero al final, la puerta se cae rápido y duro. Es un recordatorio de todas las puertas gigantes cerradas y todos los obstáculos que parecen insuperables. Con suficiente fuerza, tiempo y tenacidad, la puerta se puede derrumbar. Se tiene que derrumbar. Las obras en la exposición inspiran esta capacidad y potencial para la liberación.
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Alex Santana es investigadora del arte contemporáneo, crítica y curadora, con un interés en el arte conceptual, political y participativo, y estudios curatoriales. Originaria de Newark, Nueva Jersey, es hija de inmigrantes de España y la República Dominicana, y se dedica a la equidad e inclusión social, particularmente en las artes. Ha sido investigadora en el Smithsonian American Art Museum (Washington, DC), el Newcomb Art Museum (New Orleans, LA) y Mana Contemporary (Jersey City, NJ). En 2018, organizó la exposición Morir Soñando en el Knockdown Center (Queens, NY) y desde entonces ha colaborado con artistas y curadores en otros proyectos independientes, incluyendo una serie DIY veraniega de charlas, Artists on Artists.