Indecencia [Reseña]
“Theology happens in the body, whether understood as spiritual or fleshy, inner or outer.”
–Amy Hollywood
“Eroticism and hunger are sites of pain and liberation.”
–Marcella Althaus-Reid
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La muestra Indecencia, curada por el también artista Nicolás Dumit Estévez en el Leslie-Lohman Museum, provee un contexto estético inspirado en la teología indecente, marco teórico acuñado por la argentina Marcella Althaus-Reid (1952 - 2009). En palabras de la propia autora:
“Indecent Theology is a theology which problematises and undresses the mythical layers of multiple oppression in Latin America, a theology which, finding its point of departure at the crossroads of Liberation Theology and Queer Thinking, will reflect on economic and theological oppression with passion and imprudence.”
La propuesta curatorial busca cuestionar ideas en torno a la “latinidad” y su relación con la religión, la encarnación y la sexualidad. Esta selección de artistas Latinx nos plantea la posibilidad de que la representación y reflexión sobre los márgenes de la identidad del género y la sexualidad no tienen que estar condenadas a la secularidad. A través de una gran diversidad de medios en los que protagonizan los actos efímeros, la exhibición atiende temas sobre la performatividad del deseo y la autodeterminación, las aparentemente contradictorias culturas religiosas en América Latina y la posible expiación de la abundancia de culpas y rencores que hemos heredado de distintos procesos de colonización.
Dos obras del cubano Carlos Martiel abordan la invisibilidad de las minorías raciales en Latinoamérica en relación a la tierra e identidades nacionales. En Encomienda (2019), título que hace referencia al derecho feudal concedido por la Corona española a los conquistadores en las nuevas tierras invadidas de tener mano de obra nativa, aparece el artista negro desnudo y arrodillado frente a un mapa de las Américas carente de divisiones territoriales. Según el texto curatorial, la pieza nos permite cuestionarnos quién se ha excluido en la construcción de “latinidad”, arguyendo que esta ha sido sobre todo un proyecto de explotación y servidumbre que no se ha limitado a construcciones de nación-estado. En pocas décadas, la clase esclavizada pasó de ser mayormente indígena a estar compuesta también de africanos víctimas de la trata transatlántica. En Reconocimiento (2019), el artista se encierra en un sarcófago de concreto hasta que es liberado a marronazos por dos personas de color. La brutalidad del acto de destruir el sárcofago acontece en yuxtaposición a la fragilidad del cuerpo desnudo. Esta metáfora sirve como un esfuerzo que el curador denomina un “anti-monumento” frente al plan civilizador de la violencia esclavista colonial.
De las varias obras seleccionadas del colectivo chileno Las Yeguas del Apocalipsis, conformado por Pedro Lemebel y Francisco Casas Silva, Refundación de la Universidad de Chile (1988), trastoca el imaginario de dominación fundacional europeo, tan ligado a la instauración de universidades y otras instituciones de poder en América Latina. El gesto ocurre el mismo año en que se celebró un plebiscito nacional sobre el futuro de la dictadura militar de Pinochet, el cual impulsó un cambio de gobierno. Las poetas Carmen Berenguer, Carolina Jerez y Nadia Prado, llevan las riendas de la yegua, de la cual montan los dos hombres desnudos como denuncia a la exclusión de las minorías culturales en el Chile de la época. Mientras cuestionamos el rol de nuestros monumentos en el espacio público, esta pieza nos adelanta la necesidad de subvertir la conmemoración de sistemas patriarcales con una poética de la digna vulnerabilidad de los cuerpos a los que oprime.
Se destaca en la exhibición la obra Mi Cuerpa (2022) de la mexicana Arantxa Araujo, en la cual la artista muestra dentro de una custodia enmarcada y contrapuesta a la cruz por un símbolo femenino, su propio óvulo sin fertilizar preservado en sangre. La custodia, utilizada en el catolicismo exclusivamente para adorar a la eucaristía consagrada, aquí preserva el argumento neurálgico de unos de los temas de mayor debate en nuestro tipo: la sacralidad de la vida. La custodia sólo es utilizada luego del fenómeno de la transubstanciación, en donde la fe católica sostiene que el pan se convierte en el mismo cuerpo vivo de Cristo. ¿Dónde y cuándo empieza la vida? ¿Quién tiene autoridad para interrumpirla, concebirla o convocarla? La religión organizada ha resuelto su postura, mientras aún en el estadio público negociamos nuestros desencuentros, con consecuencias inminentes a la vida de millones de mujeres, sobre todo de clase trabajadora, con respecto a su movilidad social y autonomía personal. Otras preguntas que nos incita esta pieza: ¿Qué rol ha tenido la religión cristiana en una región tan abatida por la opresión de clase como América Latina, de liberar a la mujer? La artista toma esta idea litúrgica, teológica, ontológica y política común- el cuerpo es divino- pero, nos confronta a la pregunta que aún queda en el tintero, ¿el de quién y cuáles son los mecanismos de su defensa?
La tensión dialéctica entre la perversión y la decencia moral es permanente, y se ha expresado en prácticas como la autoflagelación, por ejemplo, para mortificar la carne y santificar el cuerpo. En la exhibición se muestra un látigo utilizado por Carmelita Tropicana, de origen cubano, en la exhibición Cuba: la Isla Posible (1995) en Barcelona. La pieza se inspiró en Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), quien según la artista, “no era una mística, [sino una mujer] que le escribía poemas sadomasoquistas a María Luisa, una virreina”. Entre los objetos expuestos de sus performances, también se encuentran collares de perro y dos postales del famoso retrato de Sor Juana por el pintor Miguel Cabrera. En una de ellas aparece el rostro de la poeta cubierto por la imagen de un ánima sola en el purgatorio. “Y cuando, al golpe de uno y otro tiro / rendido el corazón, daba penoso señas de dar el último suspiro. / [...] ¿Quién en amor ha sido más dichoso?” dicen los célebres versos de Sor Juana, refiriéndose a la sumisión que se padece en la pasión erótica y/o mística. Althaus abunda en su libro Indecent Theology (2000) sobre este particular:
“Stories of sexual fetishism present us with a mimicry of salvation by a representation of the safe unsafely of heterosexual hierarchies. God the master and the Christian as the submissive slave subject, the top/bottom relationship of S/M people, is a master sketch of Christianity, done in a moment.” (Althaus 153)
No puede faltar un gran elemento de humor para cuestionar estos sistemas de poder. Esto es fundamental en las obras de Jesusa Rodríguez, Liliana Felipe y Marga Gómez. En un video de la obra de “Indigurrito” (1992), la chicana Nao Bustamante aparece vestida de dominatrix, indicando a un grupo de hombres blancos que se arrodillen y muerdan el burrito que lleva en la entrepierna luego de pedir perdón por la colonización. “I’m Justin. I’m white. I’m male. I’m sorry”, se arrepiente uno frente a la audiencia muerta de la risa. Elizabeth “MACHA” Marrero, en “Cunt-Ology” (2003), dicta una clase sobre la anatomía genital de la mujer, mientras se refiere tanto a la ignorancia general de la misma como a su capacidad de dar vida, pregunta: “When you pray, why do you pray like this?”, mientras junta sus palmas en forma de mandorla.
Aún con sus aparatos inquisidores, las tradiciones cristianas son, sin duda, un culto que inicia y culmina con el potencial milagroso del cuerpo. El cuerpo sangrante de Cristo, la aparición de estigmas, cadáveres incorruptibles y la propia resurrección. A su vez, lo es también la teoría queer. La misma nos ha permitido erotizar el poder para denunciar sus violencias y silencios, reivindicando el rol que tiene la construcción del género en la renovación espiritual. Althaus parte de ambas, la teología de la liberación y la teoría queer, para formular su propuesta teórica propia de América Latina. Con su compromiso fervoroso por la salvación de los pobres, la teología de la liberación rápidamente encontró adversarios declarados, incluido en ocasiones el Papa Juan Pablo II. En su última encíclica Centesimus Annus de 1991, el Papa abogó por una teología liberadora que no fuera “centrada en las necesidades terrenas del hombre”, alusión a la naturaleza que el Dr. Enrique Dussel denomina “mesianismo materialista” de esta corriente teológica. Tal es la contradicción y complejidad del tejido social latinoamericano, el cual se obstina a existir en la marginalidad de las instituciones y la supervisión, con el llamado vital emanciparse de vestigios coloniales. Desde estos márgenes, esta exhibición nos ayuda a considerar no solo las promesas opresoras del imaginario religioso, sino ¿cómo no?, las de también liberarnos.
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La exhibición estará abierta al público desde el 16 de septiembre de 2022 hasta el 8 de enero de 2023.
Laura Rivera-Ayala obtuvo su bachillerato en Historia del arte en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras y una maestría en Administración de Artes en New York University. Ha trabajado en The Hispanic Society Museum & Library, Museo de Arte de Puerto Rico, The Mellon Foundation y proyectos curatoriales independientes. Laura is también fellow del National Association of Latino Arts and Cultures Leadership Institute 2021. Ha publicado en Caribbean Studies Association Journal, Visión Doble (UPR) y The Puerto Rico Review.